Resumen

No es un hombre más que otro si no hace más que otro
Don Quijote de la Mancha,
Miguel de Cervantes (1547-1616)
Mi existencia no ha sido diferente en
nada de la de mucha, mucha gente
Diario de un hombre superfluo,
Iván. D. Turguénev (1818-1883)
¡Que sin poder saber cómo ni adónde la salud y la edad se
hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay
calamidad que no me ronde. Ayer se fue; mañana
no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.
Parnaso español (Sonetos),
Francisco de Quevedo (1580-1645)

No es un hombre más que otro si no hace más que otroDon Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes (1547-1616)

Mi existencia no ha sido diferente en nada de la de mucha, mucha genteDiario de un hombre superfluo, Iván. D. Turguénev (1818-1883)

¡Que sin poder saber cómo ni adónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado.Parnaso español (Sonetos), Francisco de Quevedo (1580-1645)

Sin restar un ápice de importancia a la reputada tra-yectoria pública y profesional desarrollada por José Ma-ría Martín Mendiluce –como sobresaliente ingeniero hidráulico, primero, y como director del Centro de Es-tudios Hidrográficos (CEH/CEDEX) entre 1968 y 1986, y consultor internacional, después-, sí es necesario seña-lar, empero, un hecho fundamental: que cualquier relato oficial y puramente descriptivo de aquella sería siempre insuficiente para dar cuenta cabal de la calidad humana de la persona. Y esto es así porque la dimensión humana de Mendiluce, pese a ser todo un nombre propio dentro de la ingeniería hidráulica española de la segunda mitad del siglo XX, resulta prácticamente desconocida para la inmensa mayoría.

En cualquier caso, y siendo importante esta faceta más personal y humana, no lo es menos la estrictamen-te profesional, ya que Mendiluce fue uno de los ingenie-ros hidráulicos españoles más notables de la segunda mitad del siglo pasado. Y si remontáramos la vista algo más atrás en el tiempo veríamos, incluso, cómo la visión hidráulica de Mendiluce se entronca con la que tuvieron personalidades del relieve de Joaquín Costa (1846-1911) o Manuel Lorenzo Pardo (1881-1953), entre otros. Una vi-sión hidráulica eminentemente estratégica, de conjunto y orientada al largo plazo –como es la visión de cualquier gran planificador hidráulico que se precie-, que descan-saba en dos pilares fundamentales. Por un lado estaban las consideraciones económicas y de servicio a los inte-reses generales del Estado. Y por otro, la interpretación inteligente de una idea básica muy conocida que recorre todo el pensamiento de Mendiluce, quien supo hacerse eco de ella al exponerla en los términos más sencillos: “[...] sin agua no hay vida posible, y la vida tiene un valor incalculable, difícil de traducir en términos monetarios”.

Desde esta óptica, la inteligencia estratégica que atraviesa la visión hidráulica de Mendiluce, de carác-ter inequívocamente integral y vertebrador, no podría tener, debidamente contextualizada, mayor vigencia y actualidad. Hoy por hoy no hay, en efecto, recurso más valioso y escaso que el agua. Y, sin embargo, se olvidan con relativa frecuencia tres variables fundamentales que atañen al agua y su gestión y que tienen, desde luego, implicaciones en el largo plazo. A saber: que el agua es un bien público esencial; que tiene una obvia dimensión medioambiental; y que, además de todo esto, constituye un factor de multiplicación en los procesos de produc-ción económica. No es difícil imaginar que las demandas del tiempo presente -que impone criterios de eficiencia y sostenibilidad económica, social y ambiental en la ges-tión de los recursos hídricos-, habrían encontrado en la aproximación hidráulica de Mendiluce una inteligencia de primer orden y, derivada de ésta, una respuesta arti-culada y atenta a la mejor planificación.

En el año 2003, con motivo del 40º aniversario del Centro de Estudios Hidrográficos (CEH) en su actual sede, CEDEX editó un libro titulado La Casa del Agua: 40 años a orillas del Manzanares, donde Mendiluce desta-caba en un texto introductorio las principales activida-des desarrolladas por el CEH desde su creación en 1933 y durante su período como director. Por su importancia, estas cuatro grandes líneas de actuación plasman en lo sustantivo el quehacer y las preocupaciones de Mendilu-ce. Vida y obra, obra y vida, quedan así fundidas en una suerte de vocación hecha camino que Mendiluce hizo al andar, y entre cuyos mojones más salientes cabe divisar los señalados por el propio Mendiluce en aquel año con-memorativo: (1) Evaluación de las disponibilidades hí-dricas del país; (2) Evaluación de la rentabilidad de las inversiones estatales en materia de riegos; (3) Acueduc-to Tajo-Segura; y (4), Acción exterior. Trasvase a Santa Elena (Ecuador).

Por otra parte una biografía planteada, tal y como dejó claro Ortega y Gasset (1883-1955), ha de responder no de los hechos y dichos del hombre que nació y murió en tales lugares y fechas, sino del “personaje” oculto que ese hombre oculto aspiraba a ser y ejecutar en la circuns-tancia que le hubiera tocado en suerte habitar. Desvelar ese yo íntimo se convierte así en la clave del enigma que cada uno es para los otros. Y hay quien se complace en ocultarla. No es éste ni mucho menos el caso de Men-diluce, que pudo muy bien, no obstante, haber hecho suyo el lema de Descartes (1596-1650): Larvatus prodeo–avanzo ocultándome-.

Un mínimo esfuerzo de comprender al hombre y cier-ta dosis de perspicacia psicológica permiten, sin embar-go, entrever un Mendiluce que si ha podido en algún momento ser infravalorado, ello se ha debido primordial-mente a su propia forma de ser. Es decir, a su innata mo-destia y por lo tanto a no estar motivado por medallas, condecoraciones y reconocimientos, sino por el placer que dan los logros.Venturosamente estos últimos con-tribuyeron, también, al bienestar colectivo de la sociedad –y, por ende, del mundo-, ensanchando sus límites. Y es sabido, según relata Cicerón (106 a. C. - 43 a. C.), que los epitafios de los más grandes generales romanos, para elo-giar sus grandiosos logros, contenían esta sencilla e impe-recedera leyenda: “Amplió los confines del imperio”.

Afortunadamente el recuerdo de “Mendiluce perso-na” repica, tres años después de su muerte, con fuer-za y entrañable cariño en los asideros de las memorias de familiares y amigos más cercanos, y de colegas y co-laboradores más estrechos. Emerge así, fragmentaria-mente, el retrato de un hombre tranquilo que siempre estuvo allí y que, desde luego, ayuda a explicar las otras facetas de su vida. Una vida marcada, sin duda, por un carácter muy determinado y una no menos definida vocación. El carácter se convierte, pues, en destino, tal y como recordara el filósofo griego de Éfeso Heráclito (535 a. C. – 475 a. C.).

Un carácter, además de una clara y temprana vo-cación, que, en el caso de Mendiluce, supieron encau-zarse feliz y convenientemente para animar un firme propósito de vida: la búsqueda personal de la excelen-cia en el ejercicio de la profesión de ingeniero. Este én-fasis en el carácter individual no es ni mucho menos ocioso, ya que nos faculta a vindicar y, en su caso, sub-rayar las características únicas y singulares que nos di-ferencian como individuos. Así lo entendieron con gran penetración esos magníficos biógrafos, conspicuos co-nocedores del alma humana, que fueron Stefan Zweig (1881-1942), Emil Ludwig (1881-1945) o André Maurois (1885-1967).

Por todo ello es tan importante el estudio de la his-toria, que no es otra cosa que el conocimiento deriva-do del esfuerzo por entender al hombre. En este sentido, la historia oral constituye una más que útil herramienta en lo que tiene de recopiladora de recuerdos, memorias e ideas que, pudiendo ser novedosas, puedan servir tal vez de base para futuras investigaciones.

Precisamente el conjunto de entrevistas individuales que sigue a continuación se inscribe en esta metodolo-gía para, sobre todo, servir de reflexión sobre lo que Ja-vier Gomá (1965) ha denominado, con tanto acierto, “la imagen de tu vida”, retomando el ejemplo inmortalizado por Séneca (4 a. C. – 65 d. C). Éste, como se recordará, al ser condenado a muerte por Nerón (37 d. C – 68 d. C) y privado de hacer testamento, dijo a sus allegados que les dejaba lo mejor de él: “la imagen de su vida”. Desde este punto de vista, asomarse a las páginas de la vida de Men-diluce es, obviamente, una oportunidad para reflejar la imagen de su vida o, si se quiere, de plasmar la perfección del transcurso vital de su persona. Esto es, de reflexionar sobre el modo en que ha perdurado su recuerdo, como referencia, en la memoria individual de algunas de las per-sonas que más y mejor lo conocieron: “referencia, pues, a la ejemplaridad general, definitiva y perdurable de una persona, rememorada por quienes la sobreviven”, tal y como escribe Gomá.

Más importante aún, este aura de ejemplaridad que guardan unas personas en el recuerdo de otras es inextri-cable de la misma acción de recordar. Esto es de hecho lo que, entre otras cosas, se narra en un célebre cuento de Jorge Luis Borges (1899-1986), titulado Funes el memorio-so, a propósito de la ambivalente capacidad humana para recordar y olvidar selectivamente. Al fin y al cabo, como escribe Gabriel García Márquez (1927-2014) en el epígra-fe de sus memorias, “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Sea como sea, solo será el paso del tiempo lo que nos permita, desde la atalaya de la perspectiva, ir calibrando la altura de ese hombre tranquilo, enemigo de toda estriden-cia, que fue Mendiluce. En esa línea, el conjunto de entre-vistas que se presenta al lector no pretende sino acercarnos la imagen más personal y menos conocida de este hombre sencillo y de mediana estatura que, no obstante, se agigan-taba cuando se armaba de papel, bolígrafo y calculadora.

De José María Martín Mendiluce podría decirse, en fin, lo que Blasco Ibáñez (1867-1928) escribió de su ami-go Joaquín Sorolla (1863-1923), que había pasado la vida dedicado a su arte: "Su existencia fue tranquila y laborio-sa, como lo fue la de los frailes pintores que, vecinos del Renacimiento, trabajaban en sus monasterios, en la san-ta calma del fervor artístico".

JMAR.: José Manuel Armenteros Rius (ingeniero de Caminos)

GC.: Gabriel Cabezas Vélez (ingeniero hidráulico)

JFN.: Jorge Fanlo Nicolás (ingeniero de Caminos)

JLG.: Javier Luján García (ingeniero agrónomo)

JMMMR.: José María Martín-Mendiluce Romero (economista)

JCMMR.: Juan Carlos Martín-Mendiluce Romero (ingeniero de Caminos)

MMMR.: Marta Martín-Mendiluce Romero (titulada en Marketing)

RMMR.: Ramón Martín-Mendiluce Romero (economista)

EME.: Enrique Mendiluce Escobedo (ingeniero de Obras Públicas)

MRE.: Marta Romero Eguiluz (ama de casa)

PSS.: Pascual Sánchez Soria (geólogo)

¿Quién fue José María Martín Mendiluce?

JMAR.: Un guía, un faro, un vivo ejemplo porque sabía ser él mismo en todo momento y circunstancia: recto, estable, serio y, también, con una religiosidad ge-nuina, natural, que no trataba de imponer a nadie, lo que no le impedía ser, intelectualmente hablando, una per-sona abierta

JFN.:Una gran persona, sin duda, y con una mente intelectualmente muy bien estructurada

JMMR.: Esencialmente, mi padre fue un hombre bue-no y tranquilo y bondadoso y generoso y, por encima de todo, una persona humilde en todos los sentidos. Sose-gado y pausado, tenía para todos nosotros, los hijos, una indiscutible autoridad moral o auctoritas que sabía con-jugar muy bien con su cercanía e interés como padre. Fue también un gran amigo de sus amigos y, desde lue-go, una persona de profundas convicciones religiosas. Solía ir de misa a la parroquia de Santa Rita, cercana a nuestro domicilio de Juan Vigón 17, en el madrileño ba-rrio de Chamberí, que es donde crecería toda la familia. No por azar fue él quien diseñó la cúpula de aquella mis-ma parroquia.

EME.: Un gran técnico hidráulico y un buen director del Centro de Estudios Hidrográficos (CEH/CEDEX)

MRE.:Para mí fue una persona realmente maravillo-sa... además de generosa... nunca supo decirme que NO a nada.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de Mendiluce? ¿Nos puede contar algo general de su vida?

JMAR.:Como el cura de la promoción... Me explico, Mendiluce era en cierta forma una persona secretiva, selecta y ejercía una indudable autoridad moral sobre todos nosotros, sus compañeros de promoción.

JFN.:Como una persona callada aunque también muy práctica y siempre dispuesta a ayudar. A mi juicio, su vida estuvo marcada por profundas inquietudes reli-giosas y profesionales.

JLG.: Uno de sincero afecto y agradecimiento porque fue para mí un referente humano y profesional con mu-chas cualidades.

JMMR.: Como un hombre de casa y familia, siem-pre cercano a nosotros y, sin duda, como un referente permanente a emular tanto a nivel personal y humano como a nivel profesional.

EME.:Mi primer recuerdo de él está asociado a una de sus grandes realizaciones materiales: el trasvase Ta-jo-Segura, una obra que, al conjugar las necesidades y los medios del momento, contribuyó a enriquecer la zona de Levante.

MRE.:Lo recuerdo como una persona muy reserva-da y parca en palabras. A decir verdad no me impresio-nó la primera vez que nos presentaron, pero José María era muy persistente. Anécdotas muchas, claro... sobre todo las que recuerdo de los numerosos viajes que hi-cimos juntos, porque viajamos extensivamente a lo lar-go y ancho del mundo (Centroamérica, China, Ecuador, Perú, Vietnam, etcétera). Así por ejemplo, las estancias cortas que hacía en Ecuador por motivos de trabajo de José María, que pasaba largas temporadas en aquel país. Trabajé en Santa Elena (Ecuador), y trabajé mucho, ocu-pándome de la intendencia general y organización de las comidas de los ingenieros que acompañaban a José María. Esto lo recuerdo vívidamente, así como el tiempo caluroso y húmedo que hacía en Ecuador, país de gen-tes amables y generosas... y de mujeres tentadoras para los hombres.

RMMR.:Como un atento y dedicado esposo. Sería di-fícil encontrar a alguien que haya querido tanto y tan de-votamente a una mujer –en este caso mi madre, Marta Romero-, como mi padre. Y también como una persona que valoraba hondamente la dignidad profesional y la honestidad personal: “sé honesto y firma únicamente lo que puedas pagar”, nos solía recordar.

¿Un rasgo que destacaría de su carácter y personalidad?

JMAR.: Ante todo, como una persona que defendía sus verdades sin imponer, haciendo uso de buenas for-mas... De pocas palabras, pausado y afable.

JLG.:Mendiluce era una persona sencilla y apacible en el trato que huía de toda polémica. Tengo que seña-lar en este sentido, y para mi sorpresa, que el tuteo fue la pauta impuesta por Mendiluce desde el principio de nuestra relación profesional, y ello pese a la diferencia de edad y al prestigio que había adquirido Mendiluce, que era ya una figura para muchos de nosotros.

JMMR.: Carisma.

JCMMR.:Timidez. Era un hombre justo y poco hablador, con una moral intachable y mucho sentido del humor.

EME.:Humanamente Mendiluce fue una gran per-sona... Sencilla, apacible, cordial, inteligente... Con una educación exquisita... Además, se preocupaba de su gente y nunca lo vi abroncar a nadie.

2017MRE.:Su profunda y sentida religiosidad... y su fe, que lo acompañó hasta el final mismo de su vida. Por otra parte era una persona muy curiosa... lo que hacía que todo lo tuviéramos que ver y conocer en nuestros viajes... era agotador. Era sobre todo una persona muy trabajadora, realmente incansable.

¿Un rasgo físico y/o de apariencia?

JMAR.: Nada destacable en realidad. Nada presumi-do... No era de esas personas que se peinan y lustran los zapatos cinco veces al día ni nada parecido. Vestía for-malmente y, desde luego, no era hombre de farra.

JLG.:Buena presencia física..., era evidente que era una persona muy bien cuidada

JMMR.:De estatura media, y calvo desde muy joven, vestía habitualmente de la forma más clásica: con traje y corbata.

JCMMR.: Lo recuerdo en su clásico abrigo Loden de color verde, y cuando salía de pesca nunca olvidaba la gorra y las clásicas gafas Ray-Ban. Fumaba Kent y solía llevar boquillas para los pitillos.

EME.:¡Calvo! E invariablemente vestido correcta y con-vencionalmente con traje, o según lo requiriera la situación.

MRE.:Como me encargaba de llevar los asuntos ge-nerales del hogar,era yo la que me ocupaba también de su ropa. José María no era ni mucho menos presumido a la hora de vestir, y se encontraba a gusto vistiendo tra-jes clásicos.

¿Nos puede contar algo de los padres y lugar de naci-miento de Mendiluce, de su infancia y primera juventud?

JMMR.: Mi padre era natural de Madrid, donde vino al mundo el día 31 de enero de 1925 en el seno de una fami-lia acomodada y en donde iba a transcurrir su infancia y pri-mera juventud. Su padre, Juan, médico militar, procedía de Arroyos Molinos de León (Huelva), mientras su madre Mª Jesús, ama de casa, provenía de Pamplona (Navarra). Sien-do el varón benjamín de tres hermanos, tuvo, junto a sus dos hermanas Mª Jesús y Mariví, una infancia feliz y normal. Mi madre, Marta Romero Eguiluz, nació el 25 de agos-to de 1932 en San Sebastián (Guipúzcoa), hija de Alber-to y Ramona, procedentes ambos de la misma ciudad. La vinculación de nosotros, los Mendiluce, con Donostia iba a ser desde entonces permanente: cinco de mis hermanos nacieron aquí, adonde vendríamos a pasar las vacaciones estivales, mientras otros dos lo hicimos en Madrid.

MRE.:Yo llegué a conocer a su madre, persona de gran inteligencia. En cuanto a su padre, médico militar, sé que era andaluz y amigo del conde de Romanones.

¿En qué medida cree que influyó en la vida y trayecto-ria profesional de Mendiluce su estrecha vinculación, por motivos familiares, con Navarra y el País Vasco?

JFN.:Posiblemente en su tenacidad aunque, por for-ma de ser, era mucho más navarro que vasco.

JMMR.:La tenacidad típica de los vascos en general y los navarros en particular.

MRE.: Siempre tuvo gran apego a Navarra y al País Vasco.

¿Nos puede contar algo de los primeros años de Men-diluce en Madrid, adonde se traslada para empezar a estudiar Ingeniería de Caminos?

JFN.:Tardamos cuatro años en ingresar en la Escuela de Caminos, que dependía entonces del Ministerio de Obras Públicas. La carrera propiamente dicha se extendió de 1945 a 1950 y cuando la terminamos, tal y como era la norma, lo hicimos con la condición de funcionario del Estado. Fuimos además la primera promoción a cuyos miembros se dio la posibilidad de salir al extranjero con pasaportes -concreta-mente a Italia en viaje de fin de carrera.

JMMR.: Sé que se trasladó toda la familia al domicilio familiar de la calle Ayala 6 de Madrid a mediados de los años cuarenta, que es cuando Mendiluce inicia sus estu-dios de Ingeniería.

¿Sabe cuáles fueron sus profesores más queridos y sus referencias intelectuales –dentro y fuera del mundo de la ingeniería?

JFN.:Había para todos nosotros dos figuras que, como profesores, eran realmente icónicas: José Entreca-nales y Clemente Sáenz.

¿Qué leía? ¿Tenía otros intereses intelectuales aparte de la ingeniería?

JFN.:Era muy aficionado a los deportes, y recuerdo que solía jugar al fútbol en la posición de interior derecha.

JMMR.: Mi padre contaba con una notable amplitud de intereses intelectuales. Era un voraz lector que leía práctica-mente de todo –poesía, novela, ensayo y, lógicamente, todo lo relacionado con su profesión, etc.-, gustando de la lectura diaria de prensa, de lo que da cuenta su sempiterna suscrip-ción al diario ABC. Relacionada con su consumada bibliofilia estuvo su gusto por la escritura o, al menos, por dejar cons-tancia de todo por escrito. En este sentido, mi padre fue clara-mente un hombre perteneciente a la era Gutenberg.

También, y gracias a su cabeza y buen oído, llegó a dominar el francés, que le enseñó mi madre, y el inglés, aprendido en aquellos largos viajes en autobús por la vasta geografía americana en su época como estudian-te en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) de Boston (EE UU), en 1951.

A título de curiosidad, fue socio del Real Madrid du-rante muchísimos años -aunque fueran otros los que dis-frutaran del abono anual-, y entusiasta jugador de tenis. Fue igualmente socio del Club de Campo Villa de Madrid y del Real Automóvil Club de España (RACE).

Siempre enamorado de España, mi padre fue tam-bién un gran viajero que, debido a su trabajo y responsa-bilidades, tuvo la oportunidad de conocer prácticamente casi todo el mundo -siendo pocos los países que dejara de visitar-, con especial predilección por Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Mi madre Marta lo acompaña-ría en muchos de ellos, una vez fue creciendo la familia, gustando ambos de conducir y hacer, de vez en cuando, largos viajes por carretera. Y de sus viajes, como tantos padres, nos traían toda clase de souvenirs.

JCMMR.: Le gustaba ir de pesca con su compañero, amigo y cuñado Rodolfo Urbistondo en una barquita llamada Goizeco Izarra (Estrella de la Mañana), por el Can-tábrico, no lejos de San Sebastián, aunque no faltó la ocasión en que perdieron un motor en alta mar... eran unos auténticos lobos de mar.

MRE.:Fue siempre un gran lector. Además, le gusta-ban muchísimo los juegos de naipes, especialmente el mus, y el cine y la música clásica y ver la televisión en casa y el fútbol y ver jugar a la pala en los frontones.

Un joven Mendiluce –en la foto, el tercero por la derecha y detrás de la actriz británica Audrey Hepburn-, durante su estancia académica en los Estados Unidos a principios de los años 50 (Archivo Familia Martín-Mendiluce Romero).

¿Cómo era como persona?

JMAR.:Una buena persona que fue, en muchas oca-siones, un auténtico salvavidas para mí

JMMR.: Una persona absolutamente normal, accesible y dedicada al cuidado de sus hijos aunque, eso sí, siendo mi madre, mujer de indiscutible carácter, el gran pilar y la fuerza motriz del hogar Mendiluce. Persona de costum-bres fijas, a mi padre le gustaba ver los Telediarios de Tele-visión Española todos los días. Disfrutaba igualmente de la buena comida, en la que no podía faltar el vino y, en ocasiones sociales, de un vaso de whisky, y hasta cumpli-dos los cuarenta fue un empedernido fumador de Duca-dos y Winston. Recuerdo gratamente que solía también llevarnos al cine -en la Plaza de Chamberí, no lejos del do-micilio particular-, a disfrutar de aquellas sesiones conti-nuas de fin de semana que tanto marcaron la educación sentimental de tantos españoles de mi generación.

JCMMR.:Me impresionaba su grado de concentra-ción a la hora de trabajar en casa. Se sentaba en la mesa del cuarto de estar, con todos sus hijos viendo la tele y jugando, y trabajaba sin inmutarse, abstraído en sus nú-meros y en lo que escribía con un bolígrafo Cross en una letra diminuta.

MMMR.:Una persona absolutamente sencilla, acce-sible y con la gran suerte de ser un enamorado de su pro-fesión, con la que tanto disfrutaba y a la que dedicaba sin importarle parte de su tiempo libre.

RMMR.:Callada y, al mismo tiempo, de fácil y cómo-do trato.

MRE.:Cuando estaba en casa continuaba trabajando y apenas se perturbaba por nada, ni siquiera por la natu-ral algazara de los niños a su alrededor. No recuerdo que los regañara por nada.

Hay, supongo, miles de anécdotas que nos pueda con-tar sobre Mendiluce, ¿podría relatar una que en su opi-nión lo defina como persona?

JMAR.:Mendiluce daba siempre la cara por noso-tros. Si había que hablar con alguien en una situación comprometida Mendiluce no dudaba en salir al frente y hablar con quien fuera necesario –peones camineros, policías, comisarios-. Su papel era el de pacificador. Y gra-cias a esto y a sus formas pudimos salir airosos de no po-cos trances con las autoridades.

JFN.:Recuerdo cierta ocasión, estando José María postrado en sus últimos años de vida, cuando le pregun-té si dada mi locuacidad le molestaba que hablara tanto, y él, simple y tranquilamente, me contestó significativa-mente: “No te preocupes por nada, Jorge, porque no ten-go obligación de contestar”.

JLG.:Hay una anécdota de carácter profesional muy significativa para mí porque tuvo lugar al comienzo de mi propia trayectoria profesional. Fue concretamen-te en el proyecto de aprovechamiento integral del río Segre en Lérida, donde el mismo Mendiluce solicitó mi concurso para hacer una valoración agrícola de diez embalses en la cabecera de dicho río. Su actitud duran-te el desarrollo del trabajo me dio mucha confianza y eso es algo que uno nunca olvida cuando empieza a trabajar

JMMR.: ¡Sí... claro! Al enterarse de que mi madre iba a colgar en una de las paredes de la casas su título de licen-ciado de ingeniero de Caminos, en el que figuraba su ca-lidad de número uno de su promoción, mi padre lo hizo desaparecer para, como la persona de innata modestia que era, no dar muestras de ostentación y vanidad. Hasta la fecha, tengo que decir, no lo hemos encontrado.

RMMR.:Hay una anécdota que nunca se me olvidará. Fue cuando nos trasladamos al que iba a ser nuestro últi-mo domicilio familiar. La carretera de acceso a la urbani-zación estaba recién hecha, por lo que no puede extrañar que aquella se empezara a descalzar tras una enorme tromba de agua. Sin arredrarnos, y encabezados por mi padre, cogimos todos los hermanos mayores nuestras azadas y palas para, no sin esfuerzo, conseguir finalmente desviar el cauce del agua y así impedir que esta nos afec-tara. Lo recuerdo todavía hoy como algo muy auténtico y bonito, luchando por lo nuestro frente a los elementos.

¿Qué otras cualidades humanas destacaría en Mendiluce?

JMAR.: Nunca fue un botarate... Su sencillez y seriedad le hacían acomodarse fácilmente a las circunstancias... No era el típico cascarrabias exigente y maleducado.

JLG.:Aparte de su sencillez me gustaría destacar también su cordialidad y bondad. La convivencia como compañeros de trabajo, sobre todo en Ecuador, estuvo presidida en todo momento por el respeto recíproco, y me permitió constatar muchas de sus cualidades huma-nas. Un aspecto de su personalidad que quisiera destacar era la virtud que tenía Mendiluce para saber disculpar los errores ajenos..., no recuerdo haberlo visto reprender nun-ca a nadie. Y todo esto sin menoscabo de su autoridad.

JMMR.: Tanto en mi padre como en mi madre, su gran atención a las buenas formas, lo que antes se llamaba 2017urbanidad, y que se traduce por saber estar, que siempre es importante, y por saber respetar a los demás como personas. Al fin y al cabo, todo es una cuestión de valores y, desde luego, de tener buenos ejemplos.

RMMR.:Su absoluta falta de presunción. Nunca col-gó un título en las paredes de la casa ni hizo ostentación de los reconocimientos y condecoraciones que le fueron otorgados en vida (Hijo Adoptivo de la Ciudad de Mur-cia, la Medalla de Honor de los Ingenieros de Caminos, la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, etc.).

¿A qué atribuye la vocación como ingeniero de Men-diluce? ¿Qué fue lo distintivo de Mendiluce como in-geniero?

JMAR.:Al hecho de ser un absoluto enamorado de su profesión. Profesionalmente Mendiluce era un perfec-cionista que no dudaba en revisar una y otra vez lo ya he-cho. Compartía los éxitos profesionales con los demás, de forma colectiva, y asumía individualmente los errores. Tampoco dejaba que consideraciones políticas interfirie-ran en sus proyectos profesionales.

JFN.:Como era normal en la época,a la ilusión de su padre porque el hijo fuera ingeniero de Caminos, una pro-fesión con mucho prestigio social. En todo caso, estoy seguro de que José María habría podido destacar en cual-quier campo profesional..., era una persona muy capaz.

JLG.:Tenía una gran cabeza en la que cabían todas las cifras y era muy claro hablando, al tiempo de tener la capacidad de sintetizar y exponer con la mayor sencillez conceptos de gran complejidad..., no era nada abstruso. Lo más importante, con todo, era que sabía por intuición y experiencia el orden de magnitud de las cosas, como quedó demostrado en las obras del trasvase de Santa Elena (Ecuador): supo muy anticipadamente cuál iba a ser finalmente el orden de magnitud del caudal de agua a trasvasar, lo que no era fácil de evaluar a priori. Todo ello hizo de él un excelente ingeniero. No me extraña que Mendiluce gozara de tal categoría y prestigio profe-sional entre sus compañeros y entre mis propios colegas.

JMMR.: Siempre tuvo claro que se quería dedicar a la ingeniería. A su vocación profesional, habría que añadir su extraordinaria capacidad matemática, sus dotes de gran planificador, el hecho de tener las ideas muy cla-ras y ser una persona muy constante y sistemática en el desempeño de su profesión y, por encima de todo, su gran intuición para saber radiografiar con suma rapidez la naturaleza de un problema técnico dado. Todo lo cual se vio reforzado, además, por un acusado sentido de su profesión como servicio público al país que tanto amó y que tan bien conocía.

RMMR.:Una mente prodigiosa y, por supuesto, sa-berse rodear de un magnífico equipo de colaboradores.

MRE.: José María amaba su profesión.

¿Qué representó para Mendiluce ser director del Cen-tro de Estudios Hidrográficos (CEH/CEDEX)? ¿Cómo ca-racterizaría su gestión al frente del CEH?

JMAR.: Como el sueño de su vida y como la oportu-nidad de solucionar los problemas de sus conciudada-nos. Desde este punto de vista, estimo que su visión de la ingeniería hidráulica, concebida en términos de plani-ficación a largo plazo, sigue siendo actual.

JFN.:¡Su vida! Y si ocupó tal cargo fue porque, en ma-teria de planificación hidráulica, José María era una figu-ra indiscutida.

JLG.:Fue ciertamente muy importante para él ser di-rector del CEH, en donde impulsó un amplio abanico de actuaciones. Sí quisiera destacar, por la incidencia que tendría en años venideros, el acuerdo de cooperación técnica hecho entre la Dirección General de Obras Hi-dráulicas y la institución americana Bureau of Reclama-tion -toda una referencia mundial en temas relacionados con la gestión del agua-, en el que fue designado como organismo gestor el CEH (CEDEX). Pues bien, Mendiluce gestionó durante doce años dicho acuerdo de colabora-ción que, entre otras cosas, nos permitió a los ingenieros de las Confederaciones Hidrográficas y del CEH partici-par en el programa Irrigation Management Service (IMS), y entrar en contacto con los mejores especialistas en este campo procedentes de las más prestigiosas universida-des e instituciones americanas. Fue ésta, sin duda, una experiencia tremendamente fructífera que fue renován-dose en el tiempo para dar pie a otros igualmente prove-chosos proyectos de intercambio.

JMMR.: ¡Su vida! Sus casi veinte años al frente de esta institución reflejan no solamente su vocación de servidor público, sino también su talante liberal como persona que superponía el trabajo y las personas a cualesquie-ra otras consideraciones. Supo así trabajar para Adminis-traciones de diferente signo político, que es siempre una cualidad a valorar.

EME.:Fue un orgullo personal y, por consiguiente, creo que satisfizo todas sus aspiraciones profesionales. Esto, unido a sus capacidades y a su reconocido presti-gio como técnico hidráulico, hizo que el CEH conociera un período de gran actividad a lo largo de casi dos déca-das. Durante este dilatado espacio de tiempo y dado su perfil profesional, el trabajo de Mendiluce como director, más que en la gestión, en donde contó con la inestima-ble ayuda de Delfín Pulido, se concentró sobre todo en tareas eminentemente técnicas.

MRE.:Una gran alegría.Estaba contento y encantado de ser director.

¿Cuál es el principal legado que como ingeniero, en su parecer, ha dejado Mendiluce? ¿Cree que dejó una im-pronta en el CEH? ¿En qué forma?

JMAR.:Fue un ejemplo único. Su manera de pensar y resolver los problemas era españolista en el sentido de que confiaba mucho en las capacidades propias del país, y trataba, si podía, evitar depender de soluciones impor-tadas para problemas autóctonos.

JFN.:Un legado extraordinario, al menos desde el punto de vista del ingeniero de los años 50 del siglo pa-sado. Para mí, José María ha sido uno de los grandes in-genieros hidráulicos españoles del siglo XX.

JLG.:No hay la menor duda... Mendiluce dejó una profunda huella o impronta en el CEH. Por esto, además de por su acreditada competencia técnica, lo considero uno de los ingenieros hidráulicos españoles más brillan-tes de la segunda mitad del siglo XX.

JMMR.:Puestos a destacar las principales actividades desarrolladas durante su período directivo (1968-1986), yo señalaría: (1) Estudio de las disponibilidades hídricas del país y de la rentabilidad de las inversiones estatales en materia de riegos; (2) Acueducto Tajo-Segura; y (3), Trasvase a la península de Santa Elena en Ecuador.

EME.:¡Claro que dejó impronta!... Fue, como ya he di-cho, una de las direcciones más largas del CEH.

De vivir en estos tiempos, ¿cómo cree que se habría desarrollado la trayectoria profesional su padre?

JMMR.: De igual manera pero seguramente con otros medios.

JCMMR.:Seguiría trabajando como asesor de plani-ficación hidráulica a nivel mundial, como hizo después de jubilarse oficialmente, con asesorías en Ecuador, Chi-na, EE UU, etc.

RMMR.:Con otros medios, evidentemente. Dichos medios nunca suplirían, en cualquier caso, la falta de aquellos grandes pensadores y planificadores tan carac-terísticos de otras épocas.

¿Cuáles son, a su juicio, las épocas y años fundamenta-les en la vida de Mendiluce?

JMMR.:-Épocas: posguerra española, dirección CEH/CEDEX (1968-1986).-Años: (1) nacimiento en 1925; (2) fecha obtención tí-tulo de ingeniero de Caminos con el número 1º; (3) año de formación en el MIT (1951); (4) matrimonio con Mar-ta en 1955; y (5), fechas de los nacimientos de sus hijos (1960, 1962, 1963, 1965, 1966, 1968 y 1970).

JCMMR.:-Épocas: años 80, cuando empieza la colaboración del CEH con el Gobierno de Ecuador.-Años: Cuando nos cambiamos a vivir a la urbaniza-ción de Santo Domingo (Madrid) en 1982, urbanización en la que además mi padre tuvo el inmenso acierto de ir comprando parcelas en las que luego nosotros, los hijos, construiríamos nuestras propias casas.

¿Usted diría que las instalaciones del CEH son una de las obras más representativas de Miguel Fisac? ¿Por qué? ¿Sigue siendo a su juicio, pese al tiempo transcu-rrido, una construcción moderna?

EME.:Conocí y traté personalmente a Miguel Fi-sac y puedo asegurar que siempre consideró el edifi-cio del CEH, dentro del conjunto de su obra, como a su hijo predilecto. Conceptualmente el edificio, un icono de la arquitectura contemporánea, ofrece una visión y unos rasgos que lo sitúan muy por delante de la épo-ca en que fue construido: funcional, luminoso, dotado con instalaciones muy vanguardistas para su época... Todo en él estaba pensado. Pese al tiempo transcurri-do sigue siendo moderno en muchas maneras. Quiero recordar, además, que Fisac me deparó un trato direc-to, cordial, de amistad y que siempre rehusó cobrar las supervisiones de mejora y mantenimiento que se hicie-ron del edificio.

José María Martín Mendiluce saludando al primer ministro chino, Li Peng, durante una visita oficial a Pekín (China) en 1991 (Archivo Fami-lia Martín-Mendiluce Romero).

¿Nos puede contar algo general sobre Mendiluce y de su colaboración con él en los trabajos del trasvase de Santa Elena (Ecuador)?

PSS.:Nuestro trabajo en Ecuador se inició en 1975 con un convenio de cooperación técnica a través del Ministe-rio de Asuntos Exteriores con CEDEGE (Comisión para el Desarrollo de la Cuenca del Guayas). Posteriormente, y ya mediante un convenio directo entre CEDEGE y el CEDEX, continuaron con la ejecución de los estudios de base y re-dacción del proyecto de trasvase de agua del río Daule a la península de Santa Elena con un caudal de 44 metros cú-bicos por segundo. El objetivo final de dicho trasvase, ar-ticulado en dos fases, era dotar el regadío de unas 40.000 hectáreas así como suministrar agua industrial y de abas-tecimiento a la población de dicha península. La inversión final del desarrollo de la primera fase alcanzó aproximada-mente los 800 millones de dólares.

En este sentido, el CEH (CEDEX) se sirvió de su recien-te experiencia en la planificación y desarrollo del trasva-se Tajo-Segura (1966-1979) para llevar a cabo las obras en Ecuador, que cristalizaron primero en forma de estu-dio y diseños de ejecución en colaboración con algunas de las empresas españolas subcontratadas, y luego, en la asistencia técnica durante las obras a nuestros homó-logos oficiales de aquel país (CEDEGE). Por tanto, el CEH estuvo presente en todas las etapas del desarrollo del trasvase que habrían de durar más de 25 años. Asimis-mo, la relevancia de este proyecto llevó a su vez a que Mendiluce dirigiera también la planificación hidrológica de todo el país en colaboración con el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INERHI).

En su calidad de director y supervisor del proyecto, Mendiluce estuvo en Ecuador en numerosas ocasiones coordinando la realización de los trabajos. Yo pasé, como técnico del CEDEX, largas temporadas en Ecuador que me dieron la oportunidad, además de recorrer y conocer todo el país, de convivir con Mendiluce en el trabajo y de compartir la misma casa que se habilitó al efecto para que nos pudiéramos alojar cerca del lugar de trabajo.

Desde este punto de vista fuimos, más que otra cosa, es-trechos compañeros de trabajo.

Como técnico, me llamó la atención su agilidad mental y capacidad de trabajo. De esto tuve constancia con motivo de una ocupación de tierras por parte de la población local, no lejos de Guayaquil y en un tramo por el que había de dis-currir el trasvase, que nos obligó, con los sobrecostes eco-nómicos consiguientes, a buscar una ruta alternativa cuya necesidad había que fundamentar en un informe justifica-tivo a presentar ante las autoridades del país. Pues bien, di-cho y hecho: Mendiluce en tan solo unos pocos días realizó un extenso y bien estructurado informe que incluso reba-só los estrictos requerimientos del trabajo. También llamó mi atención, dado su nivel de competencia profesional, la receptividad y sensibilidad que siempre supo mostrar a las objeciones y observaciones técnicas que pudiera hacer el personal técnico a sus órdenes.

A nivel más personal y gracias a nuestra estrecha convi-vencia, pude comprobar personalmente que su caballero-sidad y generosidad nunca estuvieron ausentes y que, de natural tímido, era en realidad un ser bondadoso y preocu-pado por el bienestar de los demás. También, se hacía notar por su curiosidad y espíritu aventurero cuando decidíamos arrojarnos a recorrer en automóvil los caminos del país an-dino. Una última anécdota, que aprecié sinceramente, fue cuando el Gobierno de Ecuador, a través del presidente de la República, me condecoró en el año 2000 por mis servicios al país, y Mendiluce tuvo a bien acompañarme desde Madrid para la ocasión... Un gran gesto de su parte, sin duda

JOSÉ MARÍA MARTÍN MENDILUCE EN EL RECUERDO DE GABRIEL CABEZAS VÉLEZ (ingeniero hidráulico y ho-mólogo de Mendiluce en Ecuador

¿Nos puede contar algo general sobre Mendiluce y de su colaboración con él en los proyectos de ingeniería hidráulica desarrollados en Ecuador?

GC.:A José María Martín Mendiluce lo conocí en el año 1976, cuando regresé de mis estudios de Maestría en el exterior en ingeniera civil especialización hidráuli-ca, por la Comisión de Estudios para el Desarrollo de la Cuenca del Río Guayas, CEDEGE, y como funcionario de ella, me encargaron ser integrante principal de la contra-parte ecuatoriana, dentro del Convenio de Cooperación Técnica no reembolsable que se había suscrito entre los gobiernos de España y Ecuador para desarrollar lo que se denominó “Estudio de Base del Plan Hidráulico Acue-ducto de Santa Elena, PHASE”.

Simultáneamente a este proyecto, CEDEGE, impul-saba otro proyecto de regulación de las aguas del río Daule, mediante los estudios del Proyecto de Propósito Múltiple “Daule-Peripa”.

Mendiluce, con su enorme capacidad técnica y sobre todo una visión global del aprovechamiento de los recur-sos naturales, planteó, con audacia digna de los primeros españoles que llegaron a América, la necesidad de inte-grar ambos proyectos, pues al ser el PHASE un usuario im-portante del río Daule, era de altísimo interés el vincular ambos proyectos para maximizar sus beneficios, de esa manera ya el PHASE se integró al desarrollo de lo que se denominó “Sub Región Daule-Santa Elena”.

Esto nos va ya perfilando quién fue José María Mar-tín Mendiluce pues, al estar estos proyectos en estadios muy distintos de desarrollo, Daule-Peripa en estudios fi-nales de factibilidad y en proceso de financiamiento por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, y el PHASE todavía a nivel de idea preliminar, no fue óbice para que plantease, con pleno convencimiento y una sencillez téc-nica impresionante, ante las autoridades de CEDEGE pri-mero, del gobierno ecuatoriano luego, y de las instancias internacionales de crédito después, la idea de un aprove-chamiento conjunto, no solo desde el punto de vista hi-dráulico, sino de maximizar la vertiente energética del proyecto Daule-Peripa y, a partir de éste, incursionar en el Plan Nacional de Desarrollo Eléctrico del Ecuador

Esto lo puedo afirmar rotundamente, ya que, por di-versas circunstancias de orden técnico, fui asumiendo, en el tiempo, y siempre con la cooperación de Mendilu-ce, el cargo de Director del Proyecto PHASE y, como tal, responsable ante las autoridades ecuatorianas del Pro-yecto PHASE tanto en la etapa de estudios con el CEH, como en las posteriores de construcción y ya como Di-rector Ejecutivo de CEDEGE en la fiscalización y primera etapa de operación del PHASE, donde siempre encon-tré en Mendiluce una permanente disposición de ayuda, aún después de su jubilación como funcionario.

A nivel más personal, destacaría sin duda alguna su humildad profesional pues, teniendo un envidiable ba-gaje técnico, lo unía a su capacidad de involucrarse de lleno en sacarle el mayor aprovechamiento a los proyec-tos ya no del específico motivo del Convenio de Coope-ración Técnica, sino de ampliar el horizonte del proyecto insertándolo en una realidad de un inventario nacional ecuatoriano de otros recursos naturales renovables y, como un nuevo “Caballero de la Mancha”, entendida esta aseveración por un comportamiento humano lleno de sencillez y claridad técnica, plantear, ante quien hiciese falta, sus convincentes y claros conceptos técnicos y ex-poner sus planteamientos, ideas y la necesidad de am-pliar los meros horizontes de un proyecto sectorial.

La seguridad técnica y sus dones humanos de humil-dad, sencillez, claridad y convencimiento que lo caracteriza-ban, lograban penetrar en los estratos de mayor capacidad de decisión del país, de ser escuchado, e ir poco a poco, pero con plena seguridad avanzando en su visión integral del desarrollo hidráulico e hidroeléctrico ecuatoriano.

Mendiluce, sin dejar ni un momento sus obligaciones como director del Centro de Estudios Hidrográficos de España, CEH, se transformó en un adalid de una nueva incursión de la ingeniería y técnicas españolas, para vol-carse en pro de los proyectos que, Ecuador, como otros países de América Latina, demandaban de la coopera-ción ibérica.

Fue un verdadero “Embajador” en lo técnico y supo integrar equipos multidisciplinares de España con Ecua-dor, para librar nuevos desafíos técnicos que permitie-ron dar un nuevo giro a los proyectos de desarrollo en el Ecuador.

Anecdóticamente, recuerdo sobre todo la pasión que ponía Mendiluce en el Proyecto, contagiaba a quienes tra-bajábamos con él en la responsabilidad del mismo. Dejó en el perchero su traje y vistiendo la clásica guayabera gua-yaquileña, y con su pequeña calculadora Casio de bolsillo, 103llenó miles de páginas con cálculos numéricos para evaluar diversas alternativas técnicas y obtener, suponiendo un flu-jo de inversiones en infraestructura, gastos operativos y be-neficios en el tiempo, la de mayor beneficio económico.

Fue esa capacidad de involucramiento global, lo que le permitió, con sencillez, pero convencido de sus núme-ros, solicitar audiencias ante las máximas autoridades del Gobierno del Ecuador, y presentar, sin uso de ningún medio audiovisual, a estas autoridades su visión de de-sarrollo que, en más de una ocasión, sirvió para, en una aparente marcha atrás en otros proyectos, sacarlos ade-lante con una nueva visión.

Cómo no dejar de recordar que, por su actuación, se revisó el Plan de Desarrollo Eléctrico del Ecuador y se de-finieron nuevas prioridades. Asimismo, cuando los su-cesivos gobiernos ecuatorianos tomaban una decisión que, en su pensamiento y cálculos, no era la más acerta-da, se dirigía, sin temor alguno, pero con decisión y soli-dez técnica, para dejar por escrito su criterio, por lo que en el Ecuador y sus autoridades en casi veinte años, la fi-gura de Mendiluce no pasó jamás desapercibida.

Desde el punto de vista social y humano, Mendilu-ce poseía sin lugar a dudas un don de gentes que pocas personas tienen. Para el proyecto PHASE en Guayaquil, logró que los funcionarios técnicos españoles que se desplazaban para el proyecto conviviesen juntos en una misma casa, situación que rompía los esquemas de unos alojamientos fríos e individuales en hoteles. Creó unos verdaderos “hogares de familia” en la que residían los técnicos españoles, que conllevaba a una mayor integra-ción. A esos “hogares” se invitaba a tertulias, con directi-vos, técnicos de la contraparte ecuatoriana, o vinculada de una u otra manera al proyecto, logrando derrumbar las clásicas reticencias de las personas a abrirse a un diá-logo mucho más allá de las meras situaciones técnicas, de las que se partía, para llegar a profundizar en aspec-tos humanos de familia, de región y de país

Profesionalmente hablando, lo que hacía distintivo a Mendiluce como ingeniero era sin duda su visión in-tegral de los proyectos. Mendiluce no era, en términos estrictos, un especialista en solo un campo de la ingenie-ría. Fue eso y mucho más. Tenía una visión muy especial de la necesidad de que los proyectos fuesen, en último término no solo canales y presas o cualquier obra de in-geniería bien realizada. No, debían responder a un apro-vechamiento de los recursos naturales de la región y del país como un todo armónico. Por ello, es de destacar su particular concepción de la cooperación internacional en materia de grandes proyectos de aprovechamien-tos hidráulicos, destacando siempre la necesidad de integrar para el Proyecto la experiencia española en pla-nificación de recursos hídricos, idea fuerza o pasión do-minante que lo motivaba mucho, logrando incorporar a los mejores y más competentes ingenieros civiles, agró-nomos, mecánicos, eléctricos, planificadores, etc., de España que, acompañados en cada una de sus especia-lidades por contrapartes ecuatorianas; y articulando un ambicioso conjunto de voluntades y actitudes de mane-ra que, “todos a una” cual Fuenteovejuna, se “metieran” en el proyecto y, sin prisas pero sin pausas, crear una in-tegración técnica y humana que trascendió mucho más allá de las correspondientes competencias técnicas.

En lo que se refiere a los proyectos técnicos de plani-ficación hidráulica en los que colaboré con Mendiluce, tendría que señalar que si bien el PHASE fue el principio de una cooperación técnica con el que el CEH incursionó en Ecuador, su campo de actuación sobrepasó ese ám-bito en CEDEGE, donde se intervino en todos los demás proyectos de la entidad. A través de CEDEGE y por ne-cesidad del proyecto, se vincularon otras entidades del sector público ecuatoriano y salieron las nuevas colabo-raciones técnicas con el Instituto Ecuatoriano de Electri-ficación, INECEL, y el Instituto Ecuatoriano de Recursos Hidráulicos del Ecuador, INERHI, cuyo primer Plan Nacio-nal Hidráulico, fue otra de las tareas del CEH.

En particular hay que destacar la visión de Mendilu-ce con relación al PHASE. Logró convencernos de que no era un simple aprovechamiento hidráulico, sino que la operación de un elevado coste de sus elevaciones de agua, en los dos niveles de aprovechamiento del Proyec-to, había que insertarlo o matrimoniarlo con los proyec-tos de desarrollo eléctrico ecuatoriano. De tal manera, el PHASE se considera como el primer “Proyecto Hidroe-nergético del Ecuador”. Desarrolló todo un modelo de simulación del PHASE, vinculando los desembalses de la Presa Daule-Peripa con los proyectos hidroeléctricos contemplados en el Plan Nacional Eléctrico para que el PHASE fuera considerado como un “usuario” de la ener-gía secundaria de menor valor, es decir, de aquella que, con parque térmico equivalente, no podía colocarse en el mercado eléctrico ecuatoriano.

Eso obligaba a que el PHASE tuviera necesidad de mayores volúmenes de almacenamiento propio, pero esa mayor inversión inicial se pagaba, y con creces, al combinar los desembalses de aguas no comprometi-das para otros usos en Daule-Peripa con los excedentes energéticos de las centrales andinas ecuatorianas carac-terizadas por grandes saltos, pero pequeños volúmenes de regulación, lo que provocaba excedentes de energía secundaria muy importantes que el PHASE aprovechaba para llenar esos reservorios propios y tener una autono-mía tanto hídrica como energética.

José María Martín Mendiluce durante una de sus numerosas estan-cias de trabajo en Ecuador -en la foto, en la segunda mitad de los años 80 (Archivo Familia Martín-Mendiluce Romero).